Friday, November 14, 2008

Postales de Chile, 2008


Llegué aquel día de marzo de 1985. Luego de una ausencia de doce años volvía a Santiago lleno de esperanzas y temores. La búsqueda de lo quizás ya no existía y los fantasma de la memoria acechando en cada esquina.
A las pocas horas del arribo, la tierra empezó a temblar , largo y fuerte como pocas veces recordaba. Las primeras noticias hablaban en la radio de la destrucción en el sector llamado un poco despectivamente “Santiago antiguo” que para mí era el de mi infancia y de los recuerdos de las largas caminatas nocturnas con mi profesor de teatro Eugenio Guzmán , con Victor Jara y a veces solo, rumiando una pena de amor.
Tomé la cámara de placas con formato de 4 X 5 pulgadas , con fuelle y un aspecto de otro siglo. No me importaron ni el peso ni el volumen, no se porqué escogí esa herramiento en lugar de algo pequeño y portátil, pero salí a recorrer esas entrañables calles y encontrarme con los destrozos.
Apareció la belleza de la destrucción, la desgracia en suspenso, la ciudad sin habitantes y fotografié como si todo fuese un decorado teatral, frontalmente casi siempre y sin personajes. Luego recorrí San Antonio, Valparáiso y pueblos costeros.
Al poco expuse las fotos con el título que ahora recupero. Pasó la exposición,como casi siempre , desapercibida . Solo el ojo y la sensibilidad de Enrique Lihn percibieron algo mas allá de la crónica en esas fotos.
Y ahí quedaron guardados los negativos por más de veinte años, esperando no se qué.
Sabía que ahí estaban pero ni siquiera quería mirarlos, menos aún ampliarlos ya que las copias de la exposición las había perdido en uno de los numerosos cambios de casas y países.Eso sí el manuscrito de Lihn, enmarcado, me acompañaba en los muros.Su escritura como imagen o como recuerdo quizás de unas imagenes.
Ahora, recién hace poco , he vuelto a ver los negativos y me preparo a una exposición de esas fotos, las fotos de las postales de mi regreso a un país que yo veía en ruinas, pero no de la arquitectura. Ruinas de lo que recordaba como identidad. Una cierta modestia, siempre fuimos un país pobre y solidario, reemplazados por codicia individualista , un ejército que se comportaba como un ejército de ocupación en territorio enemigo, tribunales de justicia que amparaban la cobardía de sus jueces y muchos de los valores republicanos y laicos que había aprendido en colegios y universidad reemplazados por la compraventa de títulos profesionales.
Quizás el mayor daño de la dictadura fué la destrucción de esa pequeña identidad creada desde la colonia. Ahora somos travestis de ciudadanos de otros lugares, parodias ambulantes